1. A la hora de comprar la carne pedidle al carnicero que os la corte a trozos regulares para guiso y que os la limpie, que le quite la grasa sobrante. Os quedarán unos trozos de 20 g más o menos.
2. Preparamos la carne. Salpimentamos, añadimos las especias y pasamos por harina. Reservamos.
3. Pelamos los ajos y picamos muy finamente.
4. Calentamos el aceite de oliva virgen extra en una cazuela, añadimos el ajo y acto seguido echamos la carne. Marcamos los trozos de morcillo hasta que queden bien dorados, la carne empezará a soltar parte de su jugo. Retiramos la carne y reservamos.
5. Picamos las cebollas. Sofreímos la cebolla en el mismo aceite donde doramos la carne durante unos 10 minutos a fuego lento.
6. Pelamos las patatas, las zanahorias y los tomates. Cortamos las patatas en dados rompiéndolas para que suelten todo su almidón, las zanahorias en rodajas lo más finas posibles y los tomates en cuartos. Añadimos estos ingredientes al sofrito de cebolla y removemos todo bien con una cuchara de madera mezclando los sabores.
7. Cuando el sofrito esté bien dorado añadimos los trozos de morcillo con el ajo y echamos el vaso de vino blanco (un ribeiro, albariño, un Pedro Ximénez, un poquito de coñac o si os gusta potente, vino tinto). Añadimos las hojas de laurel y rectificamos sal y pimienta. Dejamos que reduzca un poco, aproximadamente unos 10-15 minutos a fuego medio.
8. Cubrimos todo con el caldo de carne (que hemos calentado previamente) y el vaso de agua. Guisamos a fuego lento hasta que reduzca el líquido y la carne esté tierna, aproximadamente unas 2 horas. Es importante que remováis de vez en cuando para que no se pegue al fondo de la cazuela. Si lo preparáis el día antes lo mejor para calentarlo es usar la misma cazuela a fuego muy lento moviendo de vez en cuando.
9. Servimos bien caliente y con un poco de pan, la salsa de esta receta es grandiosa.